La invención de la fotografía en la década de 1830 iba a afectar a la pintura y a otras artes visuales de una manera y en una escala nunca antes contemplada. En lo que el Observer calificó como 'uno de los libros más interesantes y agradables del año', Aaron Scharf traza la interacción de estas formas de arte hasta el presente, mostrando cómo han llegado a ocupar dos roles distintos—y igualmente importantes—en la vida cultural. La fotografía, como él argumenta, reemplazó al pintor de paisajes y retratos: el artista, libre de las dictaduras del realismo y aún capaz de beneficiarse de las peculiaridades intrínsecas en la forma fotográfica, quedó libre para perseguir su propia visión artística intuitiva. Con la ayuda de fotografías y pinturas, el autor analiza la influencia de la fotografía en los realistas, impresionistas y cubistas; muestra cómo ayudó el trabajo de artistas como Ingres, Delacroix y Degas; discute el trabajo de los primeros fotógrafos (Muybridge, Julia Margaret Cameron) y concluye con una sección sobre el arte y la fotografía en el siglo XX.